La depresión es la causante de un porcentaje elevadísimo de los casos que llenan las consultas de los psicólogos en cualquier rincón del mundo. Por otra parte, el término “depresión” forma parte del vocabulario cotidiano de muchas personas que aluden a él para referirse a su estado de ánimo en ciertas situaciones. De hecho, una de las mayores confusiones que hay en torno a este concepto es la que se produce entre los conceptos de depresión y tristeza.
En este sentido es muy importante saber distinguir muy bien los síntomas que caracterizan a la depresión para poder separarla de otro tipo de problemas. Con respecto a la tristeza, hay que hacer hincapié en que sentirse triste no tiene por qué conducir a la depresión, ni desde luego son intercambiables.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo, de carácter permanente o solo transitorio que se hace evidente en la forma de desánimo o abatimiento profundo de la persona que lo padece. Todo el mundo es susceptible de pasar por una depresión en uno o varios momentos de su vida, lo que no quiere decir que se trate de una patología grave. De hecho, es normal pasar por un periodo depresivo ante determinadas situaciones difíciles y dolorosas como la muerte de alguien cercano, un divorcio, problemas laborales serios…
El problema se agrava y se convierte en una depresión severa cuando traspasa y afecta a todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. Es decir, este estado de ánimo se convierte en el protagonista de todo, impidiéndonos el desarrollo de una actividad normal. Es en ese momento cuando el recurso a un terapeuta se hace imprescindible porque una depresión en estos grados puede, realmente, desmoronar toda una vida.
Por lo tanto, las dos claves que determinan si uno está sufriendo una depresión pasan porque, en un periodo seguido mínimo de dos semanas, una persona se siente deprimida y ha perdido el interés o la capacidad de disfrutar de nada. Otro síntoma es que el estado de ánimo depresivo se mantenga visible a lo largo de todo el día, sea cuál sea la actividad que estemos desarrollando. Se puede manifestar con lágrimas o no y, en el caso de niños o jóvenes a través de una irritabilidad a flor de piel.
Otros síntomas de la depresión tienen que ver con los cambios significativos de peso, el insomnio o las ganas constantes de dormir, el nerviosismo o la pasividad exagerados, la fatiga, la indecisión o el pensamiento constante en la muerte. Todos estos síntomas pueden aparecer a la vez o por separado, pero es importante que sea de forma constante y durante un periodo prolongado de tiempo.
En cuanto a las causas que llevan a una persona a sufrir una depresión hay que señalar que se ha comprobado una cierta propensión genética, como uno de los factores que son determinantes. Hay algunos casos de depresión en los que hay una causa fisiológica clara, por algún tipo de alteración del sistema nervioso, que se corrige con la correspondiente medicación. Y, finalmente, hay factores sociales, que se relacionan con la incapacidad de establecer buenas relaciones interpersonales, e incluso físicos, por parte de quienes señalan una influencia de los rayos solares en la mayor presencia de depresión.
En cualquiera de los casos, ante una situación prolongada de depresión, conviene ponernos en manos de psicólogos especializados en depresión para que nos ayuden en el diagnóstico y solución del problema.