El foco de atención de la terapia familiar, su paciente, no es un individuo, sino el núcleo familiar que está inmerso en una forma de relación dañina y poco satisfactoria para sus miembros. Por tanto, el objetivo de una terapia familiar se centra en corregir una dinámica de hábitos familiares que ha enturbiado la interrelación entre las distintas personas que conforman esa unidad.
Cuando se acude a una terapia familiar, generalmente, en su seno se está sufriendo alguno o gran parte los siguientes conflictos:
Por ejemplo, es muy habitual recurrir a una terapia familiar cuando entre sus miembros hay adolescentes con problemas reiterados de comportamiento que exceden los propios de esta complicada etapa del desarrollo humano.
También, conviene consultar a un experto frente a problemas de comunicación familiar que pueden ser la semilla u ocultar conflictos más profundos.O, cuando se atraviesa un momento delicado a causa de una pérdida o la enfermedad grave de uno de los componentes del núcleo familiar.
Pero, cuando desde luego es imprescindible someterse a una terapia familiar es en casos más graves como en los hogares que padecen la violencia doméstica o frente a separaciones y divorcios conflictivos, en los que las partes han tomado posiciones de enfrentamiento que afectan gravemente a los menores.
La terapia familiar también es imprescindible en casos de trastornos severos de la alimentación, básicamente de anorexia y bulimia, o cuando alguno de los miembros padece alguna dependencia, bien de drogas, bien de alcohol, que afecta directamente al conjunto del entorno familiar.